Los Reyes Magos enviaron una gatita a la familia de Virginia.
Capítulo III. “Un nuevo sobresalto”
Pasaban los días, la gatita crecía, aprendió a ir a la caja de la arena, algo realmente sorprendente que una cosa tan pequeña aprenda tan rápido y tan curiosamente. Se adaptó a la casa, los perritos que le daban mucho juego, pasaba el día entero jugando en el jardín, cazando hormiguitas o simples hojas, en fin, era muy feliz en su nueva vivienda.
Pero todo cambió; Virginia se dio cuenta que “Neyca” llevaba unas tardes que no se acercaba a jugar, a comer ni siquiera a dormir en la casa y pasaba agazapada todo el día tras unos matorrales.
Una tarde que estaban cepillando a los perros, la vieron acercarse, tambaleante y muy deteriorada.
Capítulo III. “Un nuevo sobresalto”
Pasaban los días, la gatita crecía, aprendió a ir a la caja de la arena, algo realmente sorprendente que una cosa tan pequeña aprenda tan rápido y tan curiosamente. Se adaptó a la casa, los perritos que le daban mucho juego, pasaba el día entero jugando en el jardín, cazando hormiguitas o simples hojas, en fin, era muy feliz en su nueva vivienda.
Pero todo cambió; Virginia se dio cuenta que “Neyca” llevaba unas tardes que no se acercaba a jugar, a comer ni siquiera a dormir en la casa y pasaba agazapada todo el día tras unos matorrales.
Una tarde que estaban cepillando a los perros, la vieron acercarse, tambaleante y muy deteriorada.
Rápidamente fueron hacia ella y vieron la escena más terrible que nadie puede imaginar. No se tenía en pie, la cara totalmente hinchada, con sangre seca, se asfixiaba y sobre todo su mirada, diciendo tantas cosas sin decir nada.
Virginia no supo ni como reacccionar, su madre llamó rápidamente al centro veterinario, pero ya estaba cerrado. Así que la ayudaron con todo lo que pudieron, deseando que pronto llegara el nuevo día.
Por Ángela Crespo Contreras
