jueves, 22 de octubre de 2009

¿QUIÉN ES EL ANIMAL?

Anteriormente conocíamos la desaparición de “Nina” y los esfuerzos, en vano, de su familia por encontrarla.

Capítulo II. La llegada de “Neyca”


El día nueve de Enero, se recibió una llamada en casa de Virginia, pues así se llama nuestra amiga. La llamada era de la Alpujarra, concretamente, de un cortijo a dos kilómetros de Trevélez.
Más o menos la conversación se desarrollo así:

-¿Dígame?-contestó la madre.
-Buenos días, soy Fina.
-¡Ah! Hola.¿Cómo estáis?
-Bien. Te llamaba para saber si estaréis esta tarde.
-Pues creo que sí.
-De acuerdo. Es que íbamos a bajar a visitaros, pero es importante que esté Virginia por que los Reyes Magos han dejado aquí una cosita para ella.
-Tiene clase de música pero tardará poco.
-Vale pues hasta la tarde.

Cuando se lo comentaron a Virginia, estaba impaciente, “¿Qué será?¿Me gustará?” pensaba.
Después de esto, la tarde no llegaba nunca y a las seis de la tarde tenía clase de canto.
Mientras iba de camino a clase su impaciencia no tenía límites, y mareaba a sus padres con infinidad de preguntas. La hora en el aula era interminable y le costaba concentrarse. Al ver que solo venía su padre a recogerla, supo que la visita estaba en casa, pues siempre venían los dos a por ella.

En casa saludó rápidamente y sus ojos miraban de un lado hacia otro. Por fin Fina se dio cuenta y dijo -¡Uy! Casi se me olvidaba. Junto al radiador de la cocina está tu regalo.

Y ¿que había?.......

Pues nada de lazos, papel dorado, moñas, etc...Un cesto para poner patatas con un trapo de cocina, y allí, en el fondo...el gato más pequeño del mundo, perdón, la gata.

El corazón se le iba a salir del pecho, no sabía si reír o llorar, estaba muy reciente lo de “Nina” y ningún videojuego, libro o juguete le hubiera hecho más ilusión que esa pequeña criatura.



Ya con su gatita en brazos, solo faltaba acomodarla y ponerle nombre. Miró el día en el calendario y el nombre (Lucrecia) no le convenció. miró su físico y sus colores, y, acabaron llamándola “Neyca” por ser negra y blanca.
Por Ángela Crespo Contreras

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